martes, 30 de abril de 2013

Una algarabía de palabras

Tarde en Hernani, de Clara Gangutia

Indagar en el origen de las palabras es indagar en el origen del mundo, en la historia de los países y en la nuestra propia. Y aún con algunas de esas palabras podríamos escribir nuestra biografía. Podríamos hacer apartados: palabras cultas que aprendí cuando estudié la carrera, palabras que decíamos en mi casa, palabras que me inventé, palabras que traje del viaje a Argentina, palabras que detesto o palabras que he dejado en barbecho... y así iríamos recopilando un diccionario personal que luego podría ser familiar y después del barrio, de la ciudad, de nuestra región y del país. Y todavía podríamos añadir palabras de otros países como el laburo, el carro o chévere.

Y si juntáramos los diccionarios de cada persona y de cada familia obtendríamos un diccionario con más palabras que el de la RAE. Y además cada palabra tendría mas de una definición... Y sí, sería una algarabía de palabras más que un diccionario al uso o de uso. Pero así entre todos sabríamos todas las palabras.

viernes, 26 de abril de 2013

Yo quiero ser María Moliner

Madame Cezanne in the Greenhouse, de Paul Cezanne

Dicen que algunos autores no leen libros sino diccionarios y también dicen que hay quien sólo lee enciclopedias. Supongo que esto sería antes de existir Wikipedia porque ahora me parece bastante incómodo eso de ir enlazando artículo con artículo en la pantalla.

Tengo para mi que estas personas deben ser reconocidas como los mayores amantes del lenguaje porque ¿cómo si no podrían dedicar su afán y su tiempo libre a leer palabras y sus significados? Cuentan que Flaubert lo hacía persiguiendo le mot juste y que Emily Dickinson devoraba diccionarios sin ningún objetivo ni finalidad, sólo por el puro placer de hacerlo.

Imagino que María Moliner a la pasión por la palabra exacta le añadía el deseo de crear y emprendió la titánica tarea que culminó en los dos tomos de su Diccionario de Uso del Español que reposan en mi estantería. Cuando por fin pude comprarlos, después de ahorrar como una hormiguita, me sentí más feliz que con unos zapatos nuevos y una bicicleta a la vez, y pensé que ya podía considerarme una filóloga.

Ahora los dos tomos están manoseados tras mil consultas, ambas portadas lucen remiendos con celo y sigo acudiendo a ellos cada dos por tres. Comparten uso y abuso con el Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana de Joan Corominas, en cuyas páginas también se me puede encontrar demorada y feliciana.

Si dicen que en general a todos nos gusta ser quienes somos, a mi, qué quieren, me hubiera encantado ser María Moliner. Rara que es una.

martes, 23 de abril de 2013

La Advertencia Miranda

White Flag, de Jasper Johns

A raíz del atentado de Boston hemos sabido que la obligación por parte de la policía estadounidense de leer sus derechos a un detenido se llama Warning Miranda o Declaración Miranda.

Aparte de la sorpresa que me produce que el detenido carezca de derechos en el país que alumbró los Derechos Humanos, en un plano más superficial me llama la atención el nombre: ¿Miranda? ¿Cómo así un nombre hispano?

El nombre se le debe a Ernesto Miranda, quien fue detenido acusado de robo pero durante su detención confesó además el secuestro y violación de una joven, todo sin que nadie le advirtiera de que acogiéndose a la Quinta Enmienda tenía derecho a guardar silencio y a no declarar contra sí mismo, así como a hacerlo en presencia de un abogado. Ernesto Miranda fue condenado sin más pruebas que su confesión, pero tres años más tarde la Corte Suprema de los Estados Unidos resolvió que había sido coaccionado en su confesión y que sus derechos no habían sido protegidos.

Ernesto Miranda fue sometido a otro juicio en el que se le condenó en virtud de las pruebas y los testigos presentados, pero a partir de ese momento fue de obligado cumplimiento para la policía advertir a un detenido que tenía derecho a guardar silencio y a declarar en presencia de un abogado y esta circunstancia fue a partir de entonces conocida como la Advertencia Miranda.

Cosas de la vida, Miranda fue asesinado años más tarde y a su asesino se le leyeron sus derechos y se acogió a ellos para evitar declarar.

Al supuesto culpable del atentado de Boston que todavía queda vivo no se le ha leído la Doctrina Miranda pero está guardando silencio porque sus heridas en la garganta no le permiten hablar. Cosas de la vida.

lunes, 22 de abril de 2013

Era una palabra preciosa, como una joya

Alrededores de Getaria, de Clara Gangutia

A veces una se encuentra con citas tan hermosas y tan redondas que es imposible resistirse a traerlas aquí para compartirlas con ustedes.

"Decía que en cierta ocasión me encontré en Unamuno con palabra para mi nueva, la que designaba esos hilos de araña sueltos que van flotando por el aire y que solo se ven si acaso por casualidad se tropieza con ellos un rayo de sol. Era una palabra preciosa, como una joya. Recuerdo que enfrascado como estaba en la lectura y emperezado, pospuse anotarla o señalarla en el libro, fiado de que su rareza y expresividad impedirían que la olvidase. Pero me olvidé primero de que no debía olvidarme de ella, y olvidé después en qué cuento la había leído. Busqué inútilmente durante meses, releyendo todos los cuentos de Unamuno, sin encontrarla, y sigo sin hallarla. Se diría que sigue flotando en alguna parte y que alguien la encontrará un día. Yo no sé para qué me serviría, pero nadie sabrá explicarme la orfandad en que quedé, y mientras viva siempre recordaré el día en que, para mi mal, pude olvidarla."

Así describe Andres Trapiello, en "El Arca de las Palabras", su desconsuelo al no poder recordar qué palabra olvidó anotar. Se trata de un libro precioso editado por la Fundación José Manuel Lara en el año 2006.

jueves, 18 de abril de 2013

Los días de la semana

Central Savings, de Richard Estes

Los nombres de los días de la semana responden a un totum revolutum entre la creencia tolemaica de que el universo estaba formado por siete esferas celestiales: Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno, y los dictados de la religión cristiana.

El lunes procede del latín dies Lunae, ‘día de la luna’, de donde también el francés lundi y el italiano lunedi. Para los anglosajones ese día también estuvo consagrado a la diosa de la luna con el nombre de monandaeg (de moon), de donde se deriva Monday y en alemán Montag.

El martes era el 'día de Marte', dios romano de la guerra (¿quizá por eso "en martes ni te cases ni te embarques"?) y se decía en latín Martis dies. Las lenguas de origen latino conservan esa raíz, como el francés mardi y el italiano martedí. La denominación inglesa Tuesday, procede de Tiu o Tiw, dios nórdico de la guerra.

El miércoles, del latín dies Mercurii, era el ‘día de Mercurio’, de donde también el francés mercredi y el italiano mercoledí. En alemán se llama Mittwoch, ‘mitad de la semana’, y en inglés Wednesday, ‘día de Woden u Odín’, dios principal de la mitología escandinava.

El jueves era el día dedicado a Júpiter y en latín se decía dies Jovis, de donde el francés jeudi y el italiano giovedí. La denominación inglesa Thursday, alude a Thor, dios nórdico del trueno, en alemán jueves se dice Donnerstag, literalmente ‘día del trueno’.

El viernes es el día de Venus, al fin una diosa, y el término procede de la expresión latina dies Veneris. Curiosamente el viernes fue durante muchos años el día de la ejecución de criminales, por lo que también fue conocido como día del verdugo.

El sábado proviene del latín sabbatum y éste del hebreo sabbath, 'descanso'. Los romanos lo llamaban dies Saturni en honor del dios Saturno y los anglosajones, sater-daeg, que derivó en el actual Saturday.

Durante los primeros tiempos del cristianismo el día de descanso se trasladó del sábado al primer día de la semana litúrgica, domingo (del que hablé en el post anterior), considerado más apropiado por ser aquél en el que comenzó la creación y también el de la resurrección de Jesucristo. 

lunes, 15 de abril de 2013

Un domingo cada semana

Blue water lilies, de Claude Monet

Lo más natural del mundo es que la semana tenga siete días, pero sólo porque siempre ha sido así, porque si lo pensamos despacio, bien podrían haber sido seis u ocho. La división del mes lunar en periodos de siete días probablemente comenzara como una conmemoración de la creación del mundo en seis días más un séptimo de descanso. 

El concepto de semana, del latín septimana 'de siete', es de origen hebreo o caldeo; en el Libro del Génesis aparece ya mencionado como unidad de tiempo. No obstante, la semana romana tuvo ocho días hasta el año 303 cuando, en tiempos del emperador Constantino I, el reconocimiento oficial de la religión cristiana hizo necesario celebrar el Sabbath cada siete, al modo en que lo hacían los antiguos judíos y caldeos.

En las primeras comunidades cristianas surgió el deseo de distinguir los ritos cristianos de los de los judíos, y especialmente de diferenciar cuál era para ellos el día del señor. Para los judíos el día sagrado era -y es- el sábado. Los cristianos optaron por designar como dies dominicus (día del señor) el primer día del calendario romano, es decir, el posterior al sábado judío, que hasta entonces estaba consagrado al sol y era llamado en consecuencia dies solis, de donde proviene el anglosajón Sunday. El emperador Constantino I lo instituyó como día de descanso consagrado al culto y de ahí nuestro domingo.

De aquí proceden las diferentes formas de empezar la semana de algunos calendarios. Si se toma como referencia la semana litúrgica, la semana empieza el domingo y si se toma la civil, la semana empieza el lunes. Ese lunes que tanto nos cuesta afrontar pero que, como dice un anuncio, ¿cuándo nos íbamos a contar el fin de semana si no hubiera lunes?


viernes, 12 de abril de 2013

Me encantaría, pero no me apetece

 Toscana en Nueva York, de Jesús M. Lazcano

El uso del lenguaje por parte de una comunidad determinada supone una serie de 'acuerdos previos' de los que no solemos ser conscientes. Podemos aprender perfectamente una lengua pero, sin embargo, meter la pata hasta el fondo si no conocemos sus 'usos y costumbres'.

El uso de circunloquios, eufemismos, titubeos... es para muchos occidentales síntoma de hipocresía e incluso engaño, pero para los japoneses es una forma de reducir la aspereza y de ser amables. Decir "no" se considera demasiado rudo y descortés, de forma que las respuestas negativas no se expresan como tales sino que se usa la forma afirmativa, es decir, se le da una vuelta completa a la frase de manera que el oyente comprenda que queremos decir "no" aunque jamás lo digamos expresamente.

Si usted viaja a Japón y no quiere ser considerado un auténtico bruto, tiene que buscar la manera de no decir nunca que no. Phoebe, una de las protagonistas de la serie Friends, lo haría de maravilla. Recuerdo un episodio en el que, incapaz de rechazar de plano la invitación a salir de un amigo, le responde: "¡Uy! me encantaría, pero no me apetece". Y me pareció genial.


martes, 9 de abril de 2013

¿La realidad conforma el lenguaje?

El Sena en Bougival, de Alfred Sisley

En Lingüística hay una discusión muy antigua que trata de si el lenguaje conceptualiza la realidad o si es la realidad la que construye la estructura del lenguaje. ¿Se adapta el lenguaje a la realidad que nos rodea o adaptamos la realidad al lenguaje? Esta discusión se conoce como 'la hipótesis Sapir-Whorf' porque, como seguro que ya se han imaginado, estos dos lingüistas mantuvieron una encendida discusión sobre este tema.

En realidad, todo empezó mucho antes con Humboldt, quien con 13 años hablaba latín, griego y francés, además de alemán. Ya de adulto llegó a hablar también inglés, español, vasco (en San Sebastián hay una calle dedicada a él), húngaro, checo y lituano. Pues bien, Humboldt pensaba que la lengua organiza la realidad en distintas categorías gramaticales y que determina la forma de pensar y de percibir la realidad según la particular organización de su léxico.

Whorf, que era discípulo de Sapir, retomó esta idea convencido de que el lenguaje determina nuestras percepciones. Según esta concepción no podemos pensar aquello para lo que no tenemos palabras y tenemos las palabras que necesitamos: a los urbanitas nos basta con saber que un olmo, un ciprés o un sauce son árboles, pero una persona que viva en el campo sin duda distinguirá cada árbol por su nombre particular.

En mi opinión, hay un pensamiento no verbal, más rápido que nuestra capacidad de enlazar palabras, un pensamiento intuitivo y penetrante que nos ofrece las claves de lo que queremos expresar e imaginar. Cuando un aroma nos trae un recuerdo, ¿nos da tiempo de pensar con palabras? ¿De decir éste es el olor de aquella tienda de caramelos que había en la calle Fuenterrabia y en la que mi abuela me compraba aquellos chicles redondos cuando yo era pequeña? Yo creo que no.

¿Y esas situaciones emocionales extremas en las que no encontramos las palabras que puedan describir lo que sentimos pero que por eso sentimos igualmente? ¿Como el dolor de una pérdida o la alegría de alcanzar un objetivo largamente deseado? No tengo palabras para expresarlo, decimos en ocasiones, pero tenemos un pensamiento no verbal que recoge nuestro sentimiento y que lo almacena en el recuerdo. Después, quizás las palabras que le pongamos sean "fui muy feliz" o "me sentí muy desgraciada" pero hemos sentido, intuido y pensado mucho más que lo que expresan esas palabras.

Esto es una osada opinión personal, ni estudio que lo ratifique ni publicación en Scientific American ni nada de nada, pero por supuesto, me encantaría saber su opinión.


domingo, 7 de abril de 2013

¿Con cuántos acentos se habla inglés?

The Red Tree, de Piet Mondrian

La expansión del inglés ha tenido consecuencias imprevistas que seguirán siendo imprevisibles. El inglés, al convertirse en lengua global, ha dejado de ser propiedad exclusiva de sus hablantes nativos, pues son muchos más los que lo hablan como segunda lengua que los que lo tienen como lengua materna. ¿Qué significa esto? En cuanto que es algo que no ha sucedido nunca antes, no podemos saber qué pasará exactamente y quizás por eso es tan fascinante.

Los hablantes que tienen el inglés como segunda lengua, y que hablan español o chino o francés,  introducirán en aquél sus propios acentos o modificarán su estructura calcando la de su idioma materno. En cualquier tiempo pasado esto hubiera supuesto la desintegración completa de un idioma, como pasó con el latín, pero en la actualidad este peligro está minimizado porque los medios de comunicación, la relación constante con hablantes nativos, la cultura -películas, series de televisión, libros...- fijan un idioma a pesar de las persistentes interferencias.

La expansión del español es un caso bien distinto, es una lengua que se está extendiendo de la mano de sus hablantes nativos. La población sudamericana que se traslada a Estados Unidos es la que está aumentando notablemente la presencia del español en ese país. Cierto que cada vez más gente aprende español como segunda lengua, pero esta situación nada tiene que ver con la del inglés.

Les dejo con una cita del famoso lingüista David Crystal, que me parece muy interesante:

"En lugar de atacar las palabras importadas, tendría mucho más sentido desarrollar estrategias creativas para fomentar su integración, en la literatura, la escuela y la sociedad en general. Sería una manera mucho mejor de invertir el tiempo y la energía. Las palabras importadas son producto de un mundo en el que personas con diferentes entornos lingüísticos comparten su tiempo y dan nuevas dimensiones de vida lingüística a una comunidad".

                                     Crystal, David, "La revolución del lenguaje", Alianza Ensayo, Madrid, 2005.

jueves, 4 de abril de 2013

La mayúscula interna

Makena 6, de Lu Cong

IberCaja, multiSeguros, FondoGarantizado, iPhone, PayPal... son ejemplos de una moda que consiste en copiar del inglés el uso de la mayúscula dentro de una palabra. El procedimiento apasiona a los publicistas, siempre receptivos a todo lo que pueda llamar la atención del público, pero conviene ser conscientes de que es eso, una llamada de atención estética.

Esta estética publicitaria procede del inglés, donde es habitual que una palabra compuesta por adición de un prefijo a un nombre propio conserve la mayúscula, ahora interna, cuando se tiene clara conciencia de su composición, por ejemplo DiCaprio o LeRoy. En español, sin embargo, el nombre propio cuando va acompañado de un prefijo pierde su mayúscula original, carácter que entonces sólo ostenta la inicial de la nueva palabra creada. Nosotros no escribimos CentroAmérica, CisJordania o IndoChina, sino Centroamérica, Cisjordania e Indochina.

Si bastantes problemas tenemos en ocasiones para saber si una palabra va con mayúscula inicial o no          -¿Papa o papa?-, casi mejor no nos complicamos la vida inútilmente. Al menos con la ortografía.