jueves, 31 de diciembre de 2015

Hay horrores que son un error

Rosal Horizontal, de Antonio de Ávila

El ucraniano que llegó del frío disfruta de esta Euskadi tropical que parece no tener fin. Cada vez más desenvuelto en la ciudad, coge la bici y se lanza al bidegorri en busca de nuevas aventuras. Este año tiene amigos, chavales ucranianos como él que están viviendo aquí. Hay también algún ruso al que le perdonamos pertenecer al país de Putin pero justo, justo. No están las cosas como para que un ucraniano y un ruso se hagan amigos fácilmente.

Iván nos trae "acuerdos" (recuerdos) de uno y de otro y nos explica que uno de sus amigos tiene "babuela", una mezcla magnífica de "babuska" y "abuela" y sigue exclamando "¡qu'error!", un "qué horror" que a menudo resulta ser un error. Se le resiste el subjuntivo, un invento del demonio, y tiene expresiones tan magníficas que no se las corregimos y así, claro, no aprenderá nunca, pero nadie es perfecto.

Cada día mira el calendario con prevención no vaya a ser que le desaparezca algún día sin que se dé cuenta. De natural tímido, es observador, inteligente y muy rubio y soporta estoicamente las efusiones cariñosas que le dedicamos. Creo que piensa que lo peor que tenemos es que somos muy pegajosos, pero no me atrevo a preguntarle, no me vaya a decir que sí.

martes, 29 de diciembre de 2015

Un día de primavera en Sevilla

La durmiente de Murillo, de Ramón Gaya

"A las nueve de la mañana Sevilla estaba aún dormida. Día de primavera. Los primeros repartidores  -pan, cervezas y refrescos, periódicos- trabajan ya en mangas de camisa. Hacía calor, pero ahora se está bien, muy bien. Y el cielo azul intenso, como el de los esmaltes de Limoges. En los naranjos algunos soles podridos, cansados, a punto de venirse al suelo. En los alcorques esperan algunos ya sin vida. En los adoquines, algunos más reventados. Huele también a bosta de caballo. Que sería esta ciudad sin ese olor trenzándose con el de la cera y el del azahar. Suena una campana cerca, aquí mismo, y lo llena todo de misterio y de poesía. Ese sonido es el papel manila en el que se envuelven los tres olores. Antes que yo, otros muchos habrán sentido esto mismo, y otros vendrán que sentirán lo mismo y lo dirán con estas o parecidas palabras."

Algunos habremos sentido eso mismo y, quizás, si tenemos suerte, volveremos a estar en Sevilla un precioso día de primavera, pero seremos incapaces de decirlo con esas o parecidas palabras, se nos hará una bola de belleza que se nos agolpará en el pecho. Nos quedaremos, como mucho, mudos por un rato, queriendo preservar en la ausencia de palabras, la impresión que nos causa la belleza y los aromas de esa ciudad. Pero expresarlo así, señor Trapiello, no tenga duda de que ni esta servidora ni muchos otros seremos capaces de hacerlo.

Andrés Trapiello: Seré duda

sábado, 26 de diciembre de 2015

La helada, esa muerte nocturna

Daubigny's Garden, de Vincent van Gogh

"Siempre, en estos meses, se vive con el temor a la helada. Es una muerte nocturna y segura que viene todos los años a hacer de las suyas. Trae poco y se lleva lo que puede, aceituna o pegujal. Hija de los cielos serenos y de las noches claras, invisible y extensa, deja su huella por los campos, blancos al amanecer, aterida la planta, encogido el fruto.
-¡Buena ha caído esta noche!
Y el resuello humea en el aire. No hay quien se asome a la puerta. Les tiembla todo el mundo.
Las manda, sin duda, el hielo durísimo de las estrellas a besar la tierra, en unas nupcias tremendas, que detienen la vida, en medio del silencio de la noche. Su cuerpo de amante inmenso y mortal, queda extendido en desolación y blancura sobre el campo.
Por las mañanas no hay quien se mueva. Se engarrotan hombres y plantas. Todo va hacia los adentros. El pegujal se encepa, busca el calorcito interior de la tierra, echa su fuerza hacia abajo. La aceituna sin madurar se avinata y empequeñece, y la cortedad de los días no da tiempo al sol de rodear los olivos y deja en su lado norte que la helada de una noche aguarde a la de otra.
-¡La que va a caer!"

José Antonio Muñoz Rojas: Las cosas del campo

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Gracias

Jardines de Aranjuez, de Santiago Rusiñol

Hoy he visto un anuncio -hay que ver lo listos y astutos que son estos publicistas- de una compañía telefónica que recomendaba regalar palabras. El anuncio aconseja decir a alguien muy querido algo que sea un auténtico regalo. Y a mí se me ha ocurrido que ya era hora de decirles a ustedes, mis queridos lectores, gracias.

Gracias a Javier, a Josean, a Marisa, a Maite, a Juanjo, a José Antonio, a María Jesús, a Fina, a Beatriz, a David, a Pili, a Juan Salvador, a Máximo y a todos los que me leen. Porque vosotros me animáis a escribir, a buscar algo interesante que contar, a ir a la biblioteca, a pensar... y en ese afán crezco y aprendo y a mí, que soy bastante rara, aprender me hace muy feliz.

Dice Vargas Llosa que uno escribe para que lo quieran, yo no diría tanto pero sí diría que desgranando palabras en este blog, en este empeño tan mínimo, me siento feliz. Así que, ya saben, uno de los brindis de estas Navidades, irá por ustedes. Gracias.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Son iguales todas las lenguas?

Sin título, de Raul Urrutikoetxea

Quienes en Europa crecen hablando tártaro, casubio, galés, alsaciano, siciliano o gallego se ven obligados a utilizar otra lengua para el desarrollo cultural: el ruso para los tártaros, el polaco para los casubios, el inglés para los galeses, el francés para los alsacianos, el italiano para los sicilianos y el español para los gallegos. Es esta una situación que no es nueva y que comparten miles de lenguas en todo el mundo. Todas las lenguas son igualmente dignas pero no todas tienen el mismo ámbito ni la misma difusión.

Una rápida mirada a las situaciones lingüísticas del mundo pone en evidencia, como sucede con las personas, que las lenguas son profundamente desiguales. ¿Por qué? En primer lugar, desde el punto de vista estadístico, unas son muy habladas y otras muy poco. Algunas son relegadas a funciones y usos familiares -no se escriben, no se utilizan en la enseñanza- mientras otras dominan y copan las funciones de tipo oficial, literario, cultural, internacional o vehicular. Algunas son consideradas más prestigiosas que otras; unas son reivindicadas por sus hablantes y otras se pierden en su transmisión y son cambiadas por las que resultan más útiles.

Y sin embargo, como las personas, todas las lenguas son iguales. En ese mundo ideal llamado Utopía.

sábado, 19 de diciembre de 2015

¿Quién sabe las razones de un amor?

Carmencita de Comunión, de Antonio López

"¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas como las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial donde menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante! Por tus barrancos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus caminos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocultos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te he cabalgado. Tú también conoces los cascos de mi caballo. En la más dura coscona, en la patilla más oculta, en vuelo y en terrón, en todo te he buscado.

Eres un río de hermosura pasando, sonando, ajustándose a la noche, al día, a la estación. Por ti siento pasos antiguos, correr sangre de esta misma de mis venas. Todos somos como tú, algo que ni empieza ni acaba, como la hermosura o estos olivares cuyo fin nunca alcanzan mis ojos."

José Antonio Muñoz Rojas: Las cosas del campo

martes, 15 de diciembre de 2015

Cómo desaparece una lengua

Puente de María Cristina, de Ricardo Sanz

Mauro levantó la vista de la tierra y divisó en la lejanía el acueducto que les traía el agua. Su abuelo tuvo el privilegio de ver cómo lo construían aquellos obreros que habían traído de Roma. El abuelo le solía contar lo difícil que había sido entenderse con los extranjeros. Hablaban latín, que es lo que ahora todo el mundo hablaba en la aldea, pero el abuelo y todos los demás en aquel tiempo sólo hablaban osco, que era el idioma de esa tierra. Empezaron a chapurrear algo de latín para poder entenderse con los forasteros. Ellos sabían muchas cosas y el abuelo siempre había sido un hombre dispuesto a aprender y deseoso de progresar. Y aprendió lo suficiente para conseguir que el agua llegara a sus tierras, lo que les ayudó a vivir desahogadamente. El padre de Mauro habló osco y latín desde pequeño pero Mauro, aunque entendía el osco, prefería no hablarlo porque no lo sabía muy bien. Además con el latín se entendía con todo el mundo, para qué liarse más.

Y en mi imaginación así fue cómo en un par de generaciones más el osco desapareció del centro de Italia.

domingo, 13 de diciembre de 2015

A todo correr

Sin título, de Robert McGinnis

El verbo "correr" es otra de esas palabras que tienen muchos y variados significados. Es curioso porque el más elemental de todos ellos, 'andar rápidamente y con tanto impulso que entre un paso y el siguiente, los pies quedan un momento en el aire', casi queda sustituido por "hacer footing" y al que corre se ha puesto de moda llamarle runner, que tiene narices la cosa.

Y es que en castellano corren las más variadas cosas: corre el agua pero también el tiempo, corren los intereses y los alquileres, corre el río y corren los rumores. Te puede correr prisa una cosa, o igual prefieres correr un tupido velo, se corren los botones cuando engordas, se corre el pestillo y se corren las cortinas. Y uno se queda más corrido que una mona cuando ve que aquí el que no corre vuela. Te puedes correr de sitio tú o se pueden correr las sillas. A veces no queda más remedio que correr el riesgo y encima correr con los gastos.

Y sí, está esa acepción reflexiva que los franceses (tan raros ellos) llaman "la petite mort" y que en el diccionario de la RAE aparece en la posición 44.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Ser honesto pero no honrado y viceversa

Owens River, Sierra Nevada, de Guy Rose

Hay algunas palabras que los medios de comunicación a menudo utilizan como sinónimos pero que no lo son en absoluto. No es lo mismo inventar ('crear algo nuevo') que descubrir ('revelar lo que estaba oculto'). No es lo mismo calcinar ('convertir en cal materias no orgánicas por efecto del fuego') que carbonizar ('convertir material orgánico en carbón por efecto del fuego'). Ni prueba ('indicio, señal o muestra que se da de algo) es lo mismo que evidencia ('lo que no necesita probarse porque está a la vista').

Dos términos que, en cambio, están a punto de ser sinónimos, si no lo son ya, son honesto (decente, recatado') y honrado ('el que procede con honradez, el que obra con integridad y justicia'), pues la RAE ha terminado por aceptar su sinonimia. La confusión procede del término inglés honest que incluye los matices de las dos palabras castellanas. Salvador de Madariaga decía que para diferenciarlas era suficiente aplicar honrado cuando se habla de cintura para arriba y honesto de cintura para abajo. Una regla un poco trasnochada pero que tiene su aquel.

martes, 8 de diciembre de 2015

Era guaraní

At Water, de Vladimir Gusev

No hace mucho escribía en este blog acerca de nuestra familiarización con el habla argentina gracias al cine. Curiosamente me encontré revisando esta opinión al ver la película argentina "Paulina". Hablan rápido, ya sabemos que los cinco minutos iniciales uno los necesita para acostumbrarse al acento, pero... esperen, no entiendo nada, ¿qué dijo? ¡ni palabra! Atónita, podía escuchar los engranajes de mi cerebro, clic, clic, clic... intentando comprender, hasta que finalmente... aaaah, es una zona rural, selvática, podrían estar cerca de Paraguay... ¡Es guaraní! Bingo.

La protagonista, Paulina, se desplaza a una zona rural, muy desfavorecida, a dar clases. Ella habla español pero los alumnos hablan guaraní entre ellos. Ella no les entiende y nosotros tampoco. El guaraní es idioma oficial en Paraguay y Bolivia junto con el español y se habla también en algunas provincias limítrofes de Argentina. Es la lengua nativa de los guaraníes y el primer idioma indígena en alcanzar el estatus de oficial en América del Sur. Hoy lo hablan más de ocho millones de personas.

Aparte de estas curiosidades de chiflados como yo, la película merece la pena, se la recomiendo.

domingo, 6 de diciembre de 2015

¿Fueron las señas antes que las palabras?

The Storm, de Pierre-Auguste Cot

Hay teorías que señalan que en su origen la comunicación humana (no me atrevo a llamarlo lenguaje) no era hablada sino por señas. Naturalmente la comunicación sería muy básica en aquellos lejanos tiempos pero la suficiente para sobrevivir y elaborar patrones. Al parecer el cerebro trabaja con una amplia conectividad integrando visión, movimiento físico y cognición, lo que demostraría que mucho antes de que surgiera el habla, los humanos nos comunicábamos por señas.

En su forma visible, esta comunicación se habría utilizado profusamente y se habría acompañado de sonidos aunque no serían estos los que contendrían el significado. Más o menos al revés de lo que hacemos ahora, emitimos sonidos y las señas, los gestos y ademanes acompañan y refrendan nuestras palabras. Aunque sí, tengo que admitir que hay señas tan expresivas que no requieren sonido alguno.

jueves, 3 de diciembre de 2015

La lengua de la franqueza

Builder's Arms, de Nick Botting

"La apremiaba, con frecuencia la provocaba, y ella reaccionaba pero sin llegar nunca al punto de perder el control y liberarse. Me vino a la cabeza que quizá fuera una cuestión lingüística. Ella recurría al italiano como a una barrera, yo trataba de empujarla hacia el dialecto, nuestra lengua de la franqueza. Pero mientras su italiano era traducido del dialecto, mi dialecto era cada vez más traducido del italiano, y las dos hablábamos en una lengua artificial. Era necesario que estallara, que las palabras se volvieran incontroladas. Quería que dijera en el napolitano sincero de nuestra infancia: qué carajo quieres, Lenù, estoy así porque perdí a mi hija, y quizá esté viva, quizá esté muerta, pero no logro soportar ninguna de las dos posibilidades."

Elena Ferrante: La niña perdida