viernes, 10 de julio de 2015

Solidaridad a cambio de algo

Children, de Nikolay Bogdanov-Belsky

Estos días se está celebrando en San Sebastián la Donosti Cup, un torneo de fútbol para chicos y chicas de todo el mundo con edades comprendidas entre los 10 y los 18 años. Son 8 000 participantes en 440 equipos de 25 países diferentes. Donosti se llena de chavales que pasean, van a la playa, se alojan en casas particulares o colegios, y sobre todo, juegan al fútbol.

El año pasado por estas fechas escribí sobre este torneo porque es una torre de babel curiosísima, chavales que hablan los más diversos idiomas, que juegan, compiten y viven juntos unos días y que, seguro, nos dan una lección de cómo entenderse aunque no se hable la misma lengua.

Cuando uno imagina un grupo de niños que vienen a jugar al fútbol, piensa en niños normales, que van a la escuela, tienen una familia, y en vacaciones, se apuntan a jugar un torneo de fútbol en otro país. Pero algunos de los niños que vienen a este campeonato viven una realidad muy diferente, para ellos pensar en viajar a otro país unos días está por completo fuera de sus expectativas. La Donosti Cup ha conseguido este año traer a un equipo de niñas que vive en un campo de refugiados en Palestina y a un grupo de niños de un orfanato de Mozambique.

Los responsables cuentan que algunos de los niños que viajan ven una realidad tan distinta que funciona para ellos como un referente, aprecian que otra vida es posible y deciden estudiar (supongo que en muchos casos no dependerá solo de su decisión y necesitarán medios) pero si pensaban, como antes nuestro ucraniano favorito, que daba igual estudiar que no, ahora ven que existe un mundo más allá de las dificultades que viven día a día.

Solidaridad sí, pero no a cambio de nada... a cambio del sentimiento de alegría que nos dejan  historias como esta.

2 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo con este post. A todos nos viene bien descubrir que existe vida más allá de nuestra aldea, sobre todo a los que -como yo- viven en un territorio donde una parte de la población padece una inflamación crónica del ombligo. Y es verdad lo que afirma en el último párrafo: el sentimiento de alegría que nos dejan no tiene precio.
    Josean

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    1. Viajar es la mejor medicina para la intolerancia y para estos niños que tienen un presente tan limitado, viajar se convierte en un abanico de posibilidades.

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