Retrato del papa Inocencio X, de Velazquez |
Cuando Cristóbal Colón desembarcó en América encontró pueblos, tribus y grupos humanos que hablaban distintas lenguas. Ni las tribus se entendían entre sí ni, por supuesto, podían comunicarse con los españoles. Podemos imaginar que en un principio los españoles intercambiaran con los indígenas algo de vocabulario, cosas que pudieran señalar y nombrar a un mismo tiempo, pero ninguna acción importante se puede llevar en común si uno no se entiende. Era imprescindible que los indígenas aprendieran castellano.
Los conquistadores españoles recurrieron a un método que todavía hoy es el más efectivo para aprender un idioma: la inmersión lingüística. Así como nosotros enviamos a nuestros hijos a Inglaterra, Irlanda o Estados Unidos para que aprendan inglés, ellos decidieron enviar a algunos indios, los hijos de los caciques, los que apuntaban maneras de líderes, a España a aprender español.
Pero a menudo las cosas de la lengua son como las cosas del querer, que no van por donde a uno le gustaría. Nuestros insignes conquistadores no contaron con las graves dificultades de adaptación de unas personas que jamás habían emprendido un viaje semejante, ni habían conocido otras tierras que no fueran las suyas.
La mayoría de los indígenas que llegaron a España, más concretamente al Reino de Aragón, murieron de enfermedades para las que no tenían defensas. Los pocos que quedaron fueron rápidamente embarcados de regreso a América tan pronto como empezaron a chapurrear aceptablemente el español. Pero los desagradecidos de ellos, quizá espantados de tanta costumbre distinta, quizá temerosos de volver a ser embarcados rumbo a un mundo hostil, no bien pisaron suelo americano huyeron despavoridos y nunca más se supo de ellos.
Al contrario que estos indígenas trasplantados a España, nuestros hijos -en general- van encantados a tierras extranjeras donde se sienten libres de la mirada paterna. El problema es que nosotros les enviamos a aprender inglés y ellos se reúnen con sus compañeros españoles y se lo pasan pipa, porque a ver cuándo se van a ver en otra ocasión tan libres lejos de su tribu.
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