domingo, 14 de julio de 2013

En cuanto a la segunda pregunta... ya... tal

Autorretrato, de Edward Munch

Una de las funciones del lenguaje es no decir nada. Sí, como lo oyen, enhebrar palabras que suenen más o menos coherentes pero que no transmitan ninguna información. A que les suena esta conversación:

- ¿Dónde has estado?
- Por ahí.
- Ya, pero por ahí, ¿por dónde?
- Pues por ahí, yo qué sé...
- Y... ¿con quién?
- Con los amigos.
- ¿Qué amigos?
- Los de siempre.

El padre o la madre interrogan y el adolescente se dejaría matar antes de facilitar la más mínima información al policía en que se ha convertido su progenitor.

Pero no sólo los adolescentes son unos artistas a la hora de no decir nada, algunos políticos son unos auténticos expertos en el arte de formar oraciones sin que sepamos qué diablos quieren decir. Veamos esta parrafada escuchada en la radio: "En base a la descontextualización de la campaña electoral, evidentemente, realmente, digamos, un colectivo de personas no debe aceptar la marginalización de debates muy intensos y absolutamente clarificadores a nivel estatal". ¿Ustedes creen que si el que habla pretendiera ser entendido, o bien supiera lo que quiere decir, diría eso? Yo creo que no.

Se supone que el lenguaje está hecho para que nos entendamos, pero en ocasiones uno no quiere comunicar nada porque no le conviene o bien no puede responder sin que eso le cause un gran perjuicio y entonces nos podemos encontrar con respuestas tan insólitas como: "En cuanto a la segunda pregunta... ya... tal", pronunciada por un presidente de Gobierno. ¿Mande?

Divertido es, la verdad, y lo cierto es que el contexto político y social comunica lo que no transmiten las palabras, pero dado que hemos convenido en entendernos con ellas, deberíamos ser merecedores de que nos expliquen las cosas... con palabras.



4 comentarios:

  1. Nos deberían, sí, explicar las cosas con palabras, aunque a veces la explicación pueda sumirnos en el desconcierto. Vean un ejemplo de frase profunda... o vacía, depende: "La Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento". ¿Adivinan el nombre del filósofo?
    Josean

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  2. Josean, gracias por la aclaración de que el segundo apellido era Zapatero. La otra posibilidad era que fuera el Puma, que también era otro filósofo...

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