viernes, 8 de marzo de 2013

Hay en el hombre algo superior a la lengua

Ian McKellen, de Clive Smith

Hay una corriente social y política que considera la lengua como uno de los elementos naturales donde se funda la teología de la nación. El nacionalismo lingüístico estima que la base de la unión de una determinada comunidad es la lengua común que habla. Este discurso político aúna lengua y pueblo, o si se prefiere, lengua y nación, argumentando que la comunidad que habla una determinada lengua merece constituirse en nación.

Frente a la realidad artificial que sería el Estado, las naciones aparecen como "agrupaciones casi naturales" caracterizadas por su unanimidad lingüística, lo que contribuye a consolidar los vínculos solidarios del territorio. El ideal de esta teoría política (que no lingüística) sería una comunidad homogénea, cuyo territorio político coincidiera con el lingüístico, que estuviera libre de contagios exteriores y entre cuyos valores nacionales la lengua fuera un valor fundamental, una riqueza excepcional e incomparable.

Las lenguas, permeables a veces, refractarias otras, suelen tener su propio término para diferenciar a los propios de los extraños. En euskera la palabra euskaldun significa literalmente el que habla euskera, de donde se deduce que el que no lo hable no puede ser considerado, en rigor, vasco aunque legal y jurídicamente sea ciudadano vasco. Otro ejemplo nos lo proporcionan los griegos, ellos llamaban bárbaros a todos los extranjeros, pero la palabra sólo significaba tartamudo y hacía referencia a la incapacidad de los extraños para expresarse en griego.

La realidad, siempre cruel e insensible, nos dice que hay muchos estados que comparten lengua, 73 países hablan inglés, y otros en los que en un solo territorio se hablan varios idiomas. Pero escuchemos a Renan en una conferencia pronunciada en 1882:

"La lengua invita a la unión, pero no fuerza a ella. Estados Unidos e Inglaterra, la América española y España, hablan la misma lengua y no forman una sola nación. Por el contrario, Suiza, tan bien construida, puesto que ha sido hecha por el asentimiento de sus diferentes partes, cuenta con tres o cuatro lenguas. Hay en el hombre algo superior a la lengua: es la voluntad."

                                                                              Ernest Renan: ¿Qué es una nación?, Alianza, 1987



4 comentarios:

  1. Parece que en esta ocasión, Gemma, has dado un paso más en tus reflexiones sobre la lengua ya que, a través de ella, abordas un tema importante que nunca ha dejado de estar en el candelero: la noción de nación. Lo cual me parece muy bien.
    A ese propósito, y sin querer enmendarle la plana a Ernest Renan o a los nacionalistas de turno que todos conocemos, me gustaría dejar en el aire una pregunta: ¿de verdad son tan importantes las naciones?

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    1. El nacionalismo responde más a un sentimiento que a un raciocinio, según mi opinión, por eso es una idea tan difícil de combatir. Cada uno pensamos que nuestra tierra es la mejor y que los demás, sobre todo los vecinos, son nuestros enemigos. Y en esta idea, algunas naciones se aferran a la lengua como signo identitario a pesar de que la realidad lo contradice a cada momento.
      Seguro que ya has leído a Renan, ¿verdad? Una delicia.
      Gracias por el comentario, Víctor.

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    2. Totalmente de acuerdo contigo en que el nacionalismo responde más a un sentimiento que a un raciocinio. Es más, yo creo que para la mayoría es una necesidad. La gente necesita identificarse con otros, sobre todo con los más cercanos. No soy antropólogo pero me pregunto si no es un atavismo tribal: cuanto más juntos estemos, más fuertes seremos contra los que nos pueden hacer daño, es decir, contra nuestros vecinos más alejados o, dicho de otro modo, contra nuestros enemigos más cercanos. Y claro, ¿quiénes se juntan para defenderse?: los que nacen en un mismo lugar y que, lógicamente, hablan el mismo idioma y, además, tienen las mismas creencias... Todo eso llego a entenderlo pero, para alguien como yo, que nació en un país y creció en otro, que tiene una doble cultura y una doble lengua y que, además, ha creado una familia con una mujer de una tercera cultura y lengua, es difícil darle importancia a la idea de nación... No obstante, eso no es óbice para que reconozca que los demás sí pueden llegar a sentir algo más que yo ese sentimiento.

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    3. Yo tampoco tengo nada de antropóloga pero también pienso que necesitamos formar parte de un grupo. De hecho nos unimos a muchos grupos, tenemos una cuadrilla de amigos, formamos una familia, somos de un barrio, defendemos los colores de un equipo de fútbol, somos vascos o catalanes o andaluces y así sucesivamente. El grupo nos protege, nos identifica y nos defiende.
      La gente como tu que ha participado de diferentes culturas, en general tiene un punto de vista privilegiado porque las contiene a todas y ninguna y es capaz de ver que una no tiene por qué ser superior a otra, sólo son distintas y a menudo, menos de lo que pensamos.

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