Gualda es el nombre de una planta de la que se obtiene un tinte amarillo. La palabra procede del germano walda y lo más probable es que este término fuera considerado más
culto, más enaltecedor que el amarillo puro y duro y por esta razón se empleara para describir el amarillo de la bandera española que, como ustedes saben, es roja y gualda o rojigualda y no roja y amarilla.
Amarillo,
en cambio, procede de amarellus, diminutivo del latín amarus, 'amargo', por la identificación tradicional
de algunos venenos con ese color. Cuando tenemos ictericia nos ponemos
amarillos como amarilla es la bilis. El
limón es amarillo y amargo a la vez. Hay un Premio Limón para aquellos
famosos antipáticos y un Premio Naranja para los simpáticos.
En
el mundo del espectáculo el amarillo es considerado un color que da
mala suerte y popularmente el amarillo se asocia con la envidia y los
celos. En inglés se llama periodismo amarillo al
periodismo sensacionalista y escandaloso, al que destila veneno y amargor.
Los
sindicatos amarillos eran conocidos hace unos años en el mundo laboral como sindicatos vendidos, sindicatos controlados por la
patronal y no por los trabajadores. De por qué se llama así a este tipo de sindicatos hay dos versiones: según unos, la expresión proviene del inglés yellow dog donde
yellow significa 'cobarde'; y según otros, el nombre proviene de Francia porque la antigua agrupación sindical Unión federativa de sindicatos y grupos obreros profesionales de Francia y las colonias tenía los cristales tapados con papel transparente amarillo.
En el fútbol
el árbitro saca tarjeta amarilla para señalar una falta y el refrán
popular dice que "más vale ponerse una vez rojo que ciento amarillo". Si a esto le añadimos que el amarillo no es muy favorecedor precisamente, está claro que es un color con tintes malditos.
Yo tenía entendido que el nombre de "sindicatos amarillos" se debía al color de la bandera del Vaticano, pues eran considerados como sindicatos de conciliación y no de clase. El término ha servido para acusar a cualquier sindicato cuando se juzga su falta de combatividad, olvidando la gran paradoja de la acción sindical, por muy anticapitalista que sea: que para que sea eficaz tiene que acabar firmando con su oponente, con lo que la acusación de amarillismo siempre está en la recámara dispuesta para disparar.
ResponderEliminarJosean