jueves, 11 de junio de 2015

Todos distintos, todos parecidos

La Gamme Jaune, de Frantisek Kupka

Me resulta curioso comprobar que en países que consideramos muy diferentes, y que puede que lo sean, a menudo suceden las mismas cosas que en el nuestro. Recuerdo un viaje a Holanda, en un tiempo en el que yo pensaba que tan al norte de Europa todo sería distinto, que los holandeses serían muy adelantados, que estarían a años luz de nosotros y ¿saben ustedes qué es lo que me asombró? Que lo único que esos seres altos, blancos y rubios querían, era ser felices. Querían tener un trabajo y una casa y alguna persona a la que querer. Como yo, como nosotros, ni más ni menos.

Riitta Eronen, la lingüista finlandesa de la que hablamos en un post anterior, se asombra de lo multiculturales que son los jóvenes: "Hablan adoptando y adaptando creativamente palabras de diferentes fuentes". Pues sí, los jóvenes, aquí y allí, no tienen prejuicios a la hora de utilizar un término que defina lo que quieren decir, tanto les da si es de su propio idioma o de otro.

La población finlandesa, también como las demás, suele alterar esas palabras que importa para poder pronunciarlas más fácilmente. Añaden una vocal de apoyo al final, en general la i, y a veces duplican las consonantes (por ejemplo, dicen hattu, del inglés hat, 'sombrero'). El finés apenas usa las letras b, c, d, f y g, y así los préstamos lingüísticos suelen sustituirlas por sus equivalentes fineses más cercanos: p, k, v y k respectivamente.

Estos procesos explican que el inglés bank, 'banco', haya derivado en pankki, 'café' en kahvi, 'doctor' se diga tohtori y, la más reconocible, hevimusiikki sea 'música heavy'.

No sé si decir que "nada nuevo bajo el sol" o que, al fin y al cabo, todos humanos.

domingo, 7 de junio de 2015

La magia de hablar

Boy on the Shore, de Pekka Halonen

Marcos está en ese momento mágico al que llamamos "lengua de trapo". No solo dice palabras sueltas que a menudo son sonidos repetidos, sino que también enuncia frases larguísimas que no somos capaces de entender. Se me ocurre que en su cabeza estará repitiendo algo que ha oído y que se parece al original, más o menos como se parece el inglés de esta que suscribe al de un estudiante de Eton. Es más que probable que ese estudiante me mirara perplejo sin saber qué estaría yo intentando decir, como nosotros miramos a Marcos cuando suelta una perorata de la cual solo hemos entendido la entonación. Y aún con la entonación sabemos si expresa alegría, admiración, sorpresa, enfado o miedo.

Él intenta reproducir los sonidos que escucha en un proceso que es un milagro de socialización y comunicación. Un milagro repetido miles de veces cada minuto en el mundo, pero del que no somos conscientes hasta que no tenemos cerca un niño que hoy balbucea, mañana habla y antes de que nos demos cuenta, estará lanzando preguntas a todo el que tenga la dicha de tenerle cerca.

jueves, 4 de junio de 2015

Queremos ser felices

Autorretrato, de Helene Schjerfbeck

"Ya he declarado que la finalidad permanente de la literatura es la presentación de destinos; hoy quiero añadir que la presentación de una dicha, de un destino que se realiza en felicidad, es tal vez el goce más raro (en las dos significaciones de la palabra: en la de inusual y en la de valioso) que puede ministrarnos el arte. Queremos ser felices y el aludir a felicidades o el entreverlas, ya es una deferencia a nuestra esperanza. A sabiendas o no, nunca dejamos de agradecer íntimamente esa cortesía. Muchos escritores la han intentado; casi ninguno la ha conseguido, salvo de refilón. Parece desalentador afirmar que la felicidad no es menos huidiza en los libros que en el vivir, pero mi observación lo comprueba."

Borges, Jorge Luis: El idioma de los argentinos

lunes, 1 de junio de 2015

La sauna y el cóctel molotov

Nainen Rannalla, de Santeri Salokivi

En Finlandia existe un equivalente de la RAE que se llama Kielitoimisto y que se podría traducir como Oficina del Idioma. Allí un grupo de lingüistas -como en la RAE los académicos- discute si un neologismo es correcto, responde a las consultas de los hablantes y se las ve con el finés y el  sueco, los dos idiomas oficiales del país, así como con el sami, que es la variante finlandesa del romaní.

Y es que el finés ha vivido una accidentada historia y se las ha tenido que ver con varias culturas dominantes, por una parte con las familias nórdicas, germánicas, bálticas y eslavas, y por otra con el inglés, la lengua franca de nuestros días.

La experimentada lingüista Riitta Eronen opina que el finés debe adoptar nuevas palabras de otras culturas para sobrevivir en el mundo globalizado de hoy: "No seguimos la idea anticuada de tratar de mantener 'puro' al finés defendiéndolo de las influencias externas. Esto aislaría artificialmente al idioma". Sí, nada nuevo bajo el sol, lo que pasa aquí pasa allí y viceversa.

Y como este proceso suele ser bidireccional, hay también palabras del finés que utilizamos los demás, la más conocida es sauna y la más curiosa es cóctel molotov, expresión inventada por los soldados finlandeses para sus enemigos soviéticos durante la Guerra de Invierno (1939–40) y cuyo origen les voy a contar porque es muy divertido. Mólotov, comisario de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, explicó, en un programa de radio dirigido a los finlandeses, que el ejército ruso no estaba bombardeando Finlandia, sino que les estaba enviando alimentos (aunque estos tenían forma de bomba). Sarcásticamente, el ejército finlandés declaró que "si Mólotov ponía la comida, ellos pondrían los cócteles".

jueves, 28 de mayo de 2015

En un metro de bosque

Summer, de Gunnar Berndston

David George Haskell se sienta cada día durante un año en una piedra ante un metro de bosque. Algunos días llueve, otros hace frío, otros el sol calienta su cuerpo. Allí en ese breve espacio del mundo sucede todo y no pasa nada, caen las hojas, se afanan las hormigas, surge el aroma de la tierra húmeda... Es un libro apasionante que empieza así:

"El año nuevo empieza con el deshielo, y el olor húmedo y denso del bosque me inunda el olfato. La humedad ha hinchado el manto de hojas caídas que cubre el suelo y suculentos aromas foliares invaden el aire. Dejo el sendero que baja por la ladera del bosque y rodeo una peña del tamaño de una casa, erosionada y llena de moho. Al otro lado de una hondonada poco profunda en la ladera de la montaña veo mi punto de referencia: una roca alargada que sobresale de la hojarasca como una pequeña ballena. Ese bloque de arenisca delimita un borde del mandala.

Solo me lleva unos minutos atravesar el pedregal rocoso y llegar a la roca alargada. Paso junto a un gran nogal americano y apoyo la mano en las tiras grises de la corteza: el mandala está a mis pies. Lo rodeo hasta el otro lado y me siento en una piedra plana. Después de una pausa para inspirar el aire cargado de aromas, me pongo a observar."

Haskell, David George: En un metro de bosque. Un año observando la naturaleza.
Editorial Turner.

miércoles, 27 de mayo de 2015

¿Por qué llamamos "gabachos" a los franceses?

Bound, de Daryl Zang

Las explicaciones son varias y diversas. Una de ellas afirma que la voz "gabacho" (o gavacho) se refería a los franceses que pasaban a España a trabajar procedentes de pueblos de las faldas de los Pirineos, junto al río Gaba (hoy Gave) y de ahí el término "gabacho".

Otra teoría se refiere a la supuesta incapacidad de los franceses para hablar correctamente el español. De hecho durante la invasión napoleónica existía la expresión "hablar en gabacho", referida a los franceses que no hablaban bien español. A este respecto debemos recordar que, en reciprocidad, cuando alguien habla mal francés se le aplica una expresión existente en ese idioma que nos recuerda a nuestra cabaña vacuna (parler français comme una vache espagnole, adaptación popular de hablarlo comme un Basque espagnol), lo cual expresa por sí mismo la importancia que cada pueblo da a su lengua.

Hay aún una tercera teoría que afirma que la voz "gabacho" tiene orígenes vascos, a partir de las palabras "gabes" o "gabas" ('rocas y riachuelos') y "acha", "aitza" ('riscos'), y se apoya en el hecho de que en Francia se llama "gavacherie" a un dialecto que hablan los habitantes de un cantón de Libourne, la Reole y Marmande, lo cual situaría el origen de la palabra en el propio territorio francés, como lo confirmaría la idea de que la palabra procede del provenzal gavach, 'el que habla mal'.

Me temo que en lugar de aclarar algo les he sumido en la confusión. Les pido disculpas, estas cosas del lenguaje a veces son así.

sábado, 23 de mayo de 2015

El filólogo que llevamos dentro

Sin título, de Rossina Bossio

Cuando a uno le gusta mucho el lenguaje se fija en todo lo que tenga que ver con él, las más de las veces disfruta, las menos se desespera pero siempre frente a una expresión distinta se para a pensar  ¿está esto bien dicho, está bien escrito?

Y aquí caben dos posibilidades: o bien se aferra uno al diccionario de la RAE y si está en sus páginas está bien dicho y si no está es incorrecto, o bien piensa que la lengua es un elemento vivo que no le pertenece a la RAE, ni al filólogo ni al académico.   

En mi opinión, tan absurdo es mantener una posición purista, conservadora e inalterable, como pensar que se puede decir cualquier cosa. Como en tantos ámbitos de la vida, lo ideal es buscar el equilibrio, tener cintura y criterio para comprender, por poner un ejemplo, que hay que dar paso a "tuitear" pero que el dequeísmo es feo, pero feo, feo.

Porque aunque cada hablante lleva un filólogo en su interior, la lengua no es propiedad exclusiva de ninguna institución ni gobierno, la grandeza de la lengua es que es de todos y de nadie a la vez.