L'Atelier de Leonor, de Andrei Zadorine |
Si a ustedes les gusta el lenguaje, como a mí, sepan que no estamos de moda, que vamos a pasar a ser piezas de museo. En estos tiempos en los que todos hemos aprendido la dura lección de que aquí los que mandan son los mercados, los saberes que no demandan las empresas no son necesarios. ¿Y saben ustedes de muchas empresas que soliciten un filólogo? No, ¿verdad?
La ley de la oferta y la demanda se traslada a las universidades y estas se aprestan a cumplir y formar solo aquellos perfiles que piden los anuncios de trabajo (o "el uso productivo del conocimiento"). Pero ¿no son las universidades centros de difusión del conocimiento? Parece que no, que ahora son centros de formación de trabajadores. Y como, según un estudio de la Fundación BBVA, los graduados en Humanidades son quienes tienen menos probabilidades de encontrar empleo, la suerte está echada. Dejemos de perder el tiempo con estas carreras insensatas.
Estos datos y la crisis han llevado al Ministerio de Educación a plantearse eliminar las clases con menos de 50 alumnos, lo que afectaría sobre todo a la rama de filología.
Entiendo el principio de productividad y eso de aprender lo que haga falta para trabajar pero, qué quieren, es una pena.
Es una pena, sí señor. Impera la ciencia, los números, es decir... el dinero. La filología y otras disciplinas quedarán como cursos de ocio para gente un tanto excéntrica. Una pena.
ResponderEliminarQuiero ser optimista y confiar en que sea como sea que se ganen la vida, los filólogos sigan custodiando nuestro idioma. Los necesitamos.
ResponderEliminarVíctor
Me temo, Víctor, que tu opinión y la mía son francamente minoritarias. Hay sectores que van decayendo y en esto los filólogos nos podemos equiparar a los mineros: ya no hacemos falta.
ResponderEliminarDe todas maneras los filólogos lo tenemos mucho más fácil: podemos seguir siendo "amateurs".