viernes, 17 de enero de 2014

Jugando

Jardín en la rue Cortot, de Pierre Auguste Renoir

Seguro que todos hemos tenido la oportunidad de ver un niño de meses cuando, fascinado, empieza a emitir sonidos, farfulla primero y parlotea después por el puro gusto de oírse. El lenguaje no es sino música para él, repite una y otra vez el mismo sonido en un juego en el que imita el tono de los adultos que le rodean mucho antes de aprender a pronunciar las palabras.

El juego sigue estando en la lengua cuando el niño crece porque el ser humano está diseñado, entre otras cosas, para el juego, para lo superfluo. Comemos por necesidad, pero cocinar puede ser un juego; hacemos el amor, pero el erotismo es un juego; hablamos para comunicarnos, pero jugamos con las palabras.

El juego combina la libertad y las reglas, como hace el lenguaje. La lengua es un juego en el que también se pueden hacer trampas: se puede uno inventar una palabra o utilizar otra en un sentido diferente del que tiene: "Uno bebe demasiado y luego... mea culpa", por ejemplo.

La rima, la repetición, la aliteración (repetición de consonantes), la asonancia (repetición de vocales) son formas de jugar con las palabras. El juego con el significado es el acercamiento inesperado de palabras extrañas, la explotación hábil de la sinonimia, la utilización de la ambigüedad bajo todas sus formas.

Si lo pensamos bien estamos todo el día entretenidos con las palabras: hacemos crucigramas, contamos chistes (la mayoría aluden al doble sentido de las palabras), vemos Pasapalabra, y jugamos a Apalabrados en el móvil.

La creatividad de este "animal racional que habla" disfruta jugando con las palabras desde que puede pronunciarlas.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado este artículo, Gemma. Son reflexiones muy interesantes. ¡Enhorabuena!

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  2. A mí también me ha gustado mucho este texto. Me ha hecho recordar a un creador argentino denominado Indio Juan. Un buen tipo, gran recitador, que colaboró con el grupo Quilapayun en la cantata de Santa María de Iquique. Pero algunos argentinos han tenido una tendencia acusada al misticismo. Indio Juan manifestó una vez lo siguiente: "La palabra es la cárcel de la idea". Lo dijo y alguna gente gente se quedó con la boca abierta. Pero no de espanto sino de arrobo.
    Josean

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