Florero de cristal, de Juan de Arellano |
"Le he preguntado a Manuel el nombre de estas flores, a muchas de las cuales les espera una muerte segura y poco bucólica debajo de las suelas de nuestras botas. La argumilla, en forma de campanilla, o la lengua de buey, por el color morado que tiene; el jaramago blanco; la catilinita malva; la giralda, que viene a ser como una margarita amarilla; la amarza o margarita blanca; los tallitos de la reina; las avenotas, las achicorias, los altramuces locos, el armeón, la garabatilla... Algunas tienen un nombre extravagante y Manuel pedía casi perdón por ello, si por casualidad cometía un crimen o le faltaba al respeto a alguien. Esta, decía, se llama chupatinta, bueno, la llamamos nosotros así, pero quizá no sea así como se llama. Era una flor pequeñita, azul, tan insignificante como bellísima. Sí, le decía yo, está bien llamarla chupatintas, como a aquellas bayas rojas y brillantes las llamábamos de niños tapaculos, por el uso astringente que se daba a la infusión hecha con ellas".
Andrés Trapiello: El fanal hialino.
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