Boat House, de William Merritt Chase |
"Desde un punto de vista de lector, la Biblioteca Nacional, por ejemplo, es insuperable. Pide uno un libro y con un poco de suerte está en sus fondos y se lo pueden traer. Ahora bien, cada uno de ellos permanece guardado en lugares extraños y en compañías absurdas. Ni siquiera todos los libros de un autor están reunidos, sino que se les asigna el lugar que el azar ha querido darles, como a los muertos de un cementerio, que van ocupando el que el destino ha dispuesto. Para evitar la dispersión, las familias idearon los famosos panteones familiares, pero también éstos acaban por llenarse, y a partir de un cierto número se condena a todos los que vengan después a la errancia mortuoria. Con los libros ocurre lo mismo. No es justo para un libro de Galdós, pongamos por caso, tener que compartir toda la eternidad de la Biblioteca Nacional entre uno de Valle Inclán y otro de Ricardo León o Pío Baroja, únicamente porque estos autores publicaron esa obra el mismo año en que lo hizo Galdós, y quién sabe si la teoría de las malas compañías o la manzana podrida en el barril acabará contagiando al resto de los libros. Pobre Juan Ramón Jiménez compartiendo anaquel, pasta con pasta, por toda la eternidad, con Jorge Guillén."
Trapiello, Andrés: Las inclemencias del tiempo
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