Terrace, Prospect Park, de William Merritt Chase |
Cada pueblo, sobre todo los imperios, ha pretendido que su lengua era la más importante, la primigenia, incluso aquella en la que Dios había creado el mundo, la que utilizó Adán para dar nombre a los animales y a las cosas. El hebreo ha sido uno de los primeros en pretender ese privilegio, aunque el árabe también ha sido considerado a menudo como la primera lengua. Hasta los vascos hemos alimentado esa teoría, pero estoy segura de que el autor era bilbaíno.
Hay una historia que cuenta el griego Heródoto, según la cual, el faraón Psamético I, allá por el 664 a. C., ordenó que se abandonara a dos niños pequeños en el bosque con la finalidad de que no oyeran ninguna lengua y así comprobar en qué lengua hablaban, de donde deducirían cuál era el idioma primigenio. Y he aquí que la primera palabra que pronunciaron fue becós, que en frigio significa 'pan', con lo que se concluyó que este idioma de la península de Anatolia debía de ser la primera lengua de la humanidad.
Pero la realidad siempre viene a estropear nuestras mejores teorías y pronto Aristófanes y Apolonio de Rodas sospecharon que becós era una forma onomatopéyica del balido de la cabra que alimentaba a los niños. Una lástima que la realidad nos estropee de esta manera tan tonta las preciosas teorías que construimos los humanos.
Está chula la historia de la cabra, de todas maneras hay algo de instintivo en la forma de comunicarnos unos con otros (y no me refiero al lenguaje universal del amor) que nos permite romper las barreras cuando es necesario.
ResponderEliminarGemma no te encuentro en Facebook, hay muchas y la que me pareces tú, no sé si eres. A mi puedes buscarme por María Beatriz Álvarez García y mi muro es público, o sea, que enseguida encontrarás algún comentario en el que me reconozcas. Que conste que yo ya te había buscado, pero por pudor nunca pido amistad a nadie.
ResponderEliminarEl lenguaje se aprende en los cuatro primeros años de vida, después es imposible aprenderlo correctamente, es como si nuestro cerebro tuviera la capacidad de aprendizaje en una franja de edad determinada y a partir de ahí ya no es posible. Los niños lobo y su observación han corroborado que no es posible hablar bien a partir de cierta edad.
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