lunes, 27 de enero de 2014

La insoportable levedad de las palabras

Una sibila, de Velázquez

No es la primera vez que se prohíbe el uso de una palabra, ni será la última, pero esta ocasión, en pleno siglo XXI, me llama poderosamente la atención. Me refiero a ese anteproyecto de ley que ha aprobado la Comisión Ministerial de Legislación del Gobierno israelí en el que se prohíbe la utilización de la palabra "nazi" u otros apodos afines a esta ideología. ¿La razón? El incremento de su uso en el lenguaje político.

Sería el caso de una de esas palabras que se desgastan con su uso y que los judíos no quieren que se desgaste. Desgastar equivaldría en este caso a banalizar, vaciar de contenido su significado, en resumen, ofender a las víctimas del nazismo, según los promotores de la ley.

En este anteproyecto de ley, el uso de la palabra "nazi" estará penalizado con hasta seis meses de cárcel y multas que podrán alcanzar los 21.000 euros.

Pero ¿es una buena reacción prohibir el uso de una palabra? Yo creo que no, antes de prohibir a una sociedad usar una palabra hay que reflexionar sobre sus consecuencias y, sobre todo, hay que pensar que los demás son adultos y tan inteligentes o más que nosotros, algo que a menudo olvidan los políticos.


4 comentarios:

  1. Un post muy interesante, sin duda. Coincido en la inconveniencia de prohibirlo. En Euskadi se da la paradoja de que los que más utilizan el término "fascista" como escupitajo a sus adversarios son, precisamente, quienes más asiduamente lo practican (intolerancia, delación, amenaza, agresión...). Aquí, las víctimas son fascistas, sí. Pero la culpa no es de la palabra sino de la hegemonía nacionalista, que se apropia de su significado para darle la vuelta como a un calcetín.
    Josean

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    1. Totalmente de acuerdo contigo, Josean, en la inadecuada utilización, no ya solo de la palabra "fascista", sino de tantas y tantas palabras en el País Vasco. Sin ir más lejos "español" no es un adjetivo en Euskadi, sino un insulto. Solo eso debería darnos que pensar.

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  2. No es nunca buena medida la prohibición de una palabra. Sólo el uso social hace y hará que una palabra retroceda en su acepción peyorativa, la RAE ya se negó a quitar definiciones despectivas que tienen algunas palabras como: zorra, gitano, judiada, maruja, y otras; alegó, y con buen criterio, que se limitan a definir lo que el hablante dice, no son una cámara del buen hablar y del buen gusto; también hay que saber que el diccionario se emplea en jurisprudencia para considerar si un insulto lo es o no, que no es ninguna broma pues quizá se pudiera insultar sin tener después consecuencias penales.
    Como curiosidad, en la terrible guerra de los Balcanes, los serbios prohibieron palabras que se utilizaban sin ningún problema en todos los territorios de la antigua Yugoslavia para separar su idioma del de sus vecinos y así aumentar su sentido diferenciador y nacionalista.
    Israel intenta con su ley ponerle puertas al campo.

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    1. El poder cree que puede controlar el lenguaje, pero las palabras, si el hablante lo quiere, permanecerán con todo su significado.

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