Self-portrait, de Ewan McClure |
El tema de los sinónimos es un tema controvertido en lingüística. Algunos especialistas afirman que no existen mientras otros elaboran completos diccionarios de ellos. El Word, sin ir más lejos, tiene una valiosa tecla que despliega una lista de sinónimos que nos rescata cuando no se nos ocurre cómo no repetir una palabra.
Los lingüistas que niegan la existencia de los sinónimos basan su teoría en la afirmación de que si existieran serían un lujo del lenguaje, un sobrante en un sistema que está basado en la economía. Si varias palabras significan lo mismo, ¿para qué las necesitamos?
Pero los sinónimos, aunque a menudo parezca lo contrario, no tienen el mismo significado. Uno va al oculista pero no al oftalmólogo, aunque se celebra un Congreso de Oftalmólogos pero no uno de Oculistas; por lo tanto, aunque el mismo profesional sea designado tanto como oculista como como oftalmólogo, las palabras se usan en contextos diferentes. ¿Se refieren a lo mismo? Sí. ¿Son intercambiables en cualquier contexto? No.
Otro factor que hace preferir una palabra a su supuesto sinónimo es la situación. No hablamos de la misma forma entre amigos o en el momento de impartir una conferencia. Si estamos en casa viendo terminar un programa de televisión y queremos decir a los niños que es hora de irse a la cama podemos decir tranquilamente: "se acabó lo que se daba", pero nunca diríamos esto al fin de un banquete protocolario para indicar a los comensales que es hora de abandonar la mesa.
Según algunos lingüistas los únicos sinónimos que existen en castellano son las formas del pretérito imperfecto de subjuntivo, saliera o saliese, fuera o fuese, estuviera o estuviese... ¿Un poco demasiado extremo? Probablemente, como en todo, la solución no sean el blanco o el negro, sino el gris. Un gris como el que hoy tenemos en San Sebastián: nubes, lluvia, asfalto... todo gris, apagado, anodino (no, me parece que no son sinónimos).
Pero los sinónimos, aunque a menudo parezca lo contrario, no tienen el mismo significado. Uno va al oculista pero no al oftalmólogo, aunque se celebra un Congreso de Oftalmólogos pero no uno de Oculistas; por lo tanto, aunque el mismo profesional sea designado tanto como oculista como como oftalmólogo, las palabras se usan en contextos diferentes. ¿Se refieren a lo mismo? Sí. ¿Son intercambiables en cualquier contexto? No.
Otro factor que hace preferir una palabra a su supuesto sinónimo es la situación. No hablamos de la misma forma entre amigos o en el momento de impartir una conferencia. Si estamos en casa viendo terminar un programa de televisión y queremos decir a los niños que es hora de irse a la cama podemos decir tranquilamente: "se acabó lo que se daba", pero nunca diríamos esto al fin de un banquete protocolario para indicar a los comensales que es hora de abandonar la mesa.
Según algunos lingüistas los únicos sinónimos que existen en castellano son las formas del pretérito imperfecto de subjuntivo, saliera o saliese, fuera o fuese, estuviera o estuviese... ¿Un poco demasiado extremo? Probablemente, como en todo, la solución no sean el blanco o el negro, sino el gris. Un gris como el que hoy tenemos en San Sebastián: nubes, lluvia, asfalto... todo gris, apagado, anodino (no, me parece que no son sinónimos).
Estrictamente no existen los sinónimos, siempre hay un pequeño matiz. Dicho esto cuando una comunidad de hablantes, tácitamente, acepta palabras distintas para designar, dentro de un contexto, la misma cosa estamos delante de verdaderos sinónimos. Que son sino en el fútbol: campo, césped, hierba, rectángulo; portero, cancerbero, guardameta, arquero; balón, pelota, cuero, esférico. En los toros: plaza, albero, coso.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en la teoría de la economía del lenguaje, pero las palabras están ahí y las usamos sin eliminar ninguna y cuando sus significados se aproximan las consideramos sinónimos, quizá estemos delante de lo que otros especialistas consideran metáforas.
Los lingüistas que niegan que existan sinónimos han de enfrentarse a los escritores y sobre todo a los poetas que durante siglos han buscado en las palabras la solución para elevarse ante la uniformidad de un lenguaje carente de vida y corazón.