Waldweg Im Prater, de Carl Moll |
Hay ocasiones en las que la lengua propia, más que en un patrimonio personal, se convierte en un elemento que disturba. Es difícil de entender, pero hay personas que sienten la lengua que hablan, aunque sea su lengua materna, como una lengua que les fue impuesta y que les gustaría olvidar. Cosa harto difícil, pues es más complicado olvidar una lengua que aprenderla.
Tuve un profesor en la universidad que explicaba (en castellano, su lengua materna) que él hablaba euskera por deseo propio e inglés por necesidad, renegando del castellano. Comprendo que uno quiera aprender una lengua que le ha sido negada de pequeño y que considera la lengua del territorio en el que ha nacido, pero ¿por qué renunciar a todo lo que aporta un idioma que ya conoces? Por cuestiones ideológicas sin duda, pero es una pena, porque un idioma no es propiedad de nadie, un idioma trasciende la ideología de un determinado momento político, tiene una literatura que estará escrita, sin duda, por personas de muy diferentes formas de pensar.
Las lenguas, que en sí son neutras, no son ni imperialistas ni inferiores, se ven teñidas por el color de la sociedad que las habla en un determinado momento. Así, el euskera ha sido rechazado en Euskadi por una parte de la población por ser percibido como la lengua de ETA y el español es demonizado por otra parte de la sociedad vasca por entender que es un idioma impuesto.
Por suerte, la mayoría en este caso no es silenciosa, es bilingüe y tiene tendencia a entenderse.
Es dudosa la pertinencia del título de este post. Lo dijo en su día Zapatero y fue un periodista -Santiago González- quien ironizó con el ejemplo de la Torre de Babel, donde las lenguas sirven exactamente para no entenderse. La lengua -en singular- es la que sirve para entenderse... entre las personas que la conocen.
ResponderEliminarPero coincido en la negativa instrumentalización política de las lenguas, especialmente la del Pais Vasco, por no hablar de Cataluña. Julio Camba dijo hace casi 100 años que a los catalanes se les conoce no por el catalán sino por el acento con que hablan el castellano. Le llamaron de todo, incluso hiena.
Josean