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Objectif, de Angela Reilly |
Tengo un niño de nueve meses en la familia. Todos le hablamos constantemente, a veces le hablamos despacio vocalizando palabras básicas para que las aprenda, otras veces le hablamos porque es inevitable el deseo de comunicarnos con él: "pero, qué guapo estás hoy, Marcos", pero no se me había ocurrido pensar que le estamos enseñando la lengua "en cierto punto de su proceso histórico" y, sin embargo, así es. Que a menudo no vemos lo que más cerca tenemos es cosa notoria y cotidiana. Menos mal que unos vemos unas cosas y otros otras y así, "entre todos lo sabemos todo".
"La lengua de hoy reposa sobre el fundamento de la lengua de ayer, y, seguida paso á (
sic) paso hasta sus orígenes, como en gran parte puede seguirse entre los pueblos que tienen literatura, ofrece en la identidad fundamental de las acepciones, en la normal formación de sus inflexiones y derivaciones, y en la regularidad relativa con que en cada época modifica su sistema fonético, ofrece, decimos, prueba patente de que no es un agregado de signos arbitrarios que se mudan á todos los vientos del capricho. Al nacer la recibimos en cierto punto de su proceso histórico, y con ella recibimos también los moldes en que vaciamos nuestras ideas: crecemos, y la usamos en común con nuestros coetáneos; y, cerrado nuestro viaje, sigue ella por su cauce acostumbrado."*
* R. J. Cuervo: Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana
Es un post precioso. Lo cierto es que cuando el niño va aprendiendo a soltar primero sonidos y luego palabras, es quizás el tiempo más emocionante de su niñez.
ResponderEliminarJosean
Muchas gracias, Josean. Hay pocas cosas mejores que ver a un niño descubrir el mundo. Es emocionante cuando aprende a hablar y cuando empieza a preguntar y cuando interpreta lo que ve... porque en cada uno de esos pasos te obliga a ti a hacerte preguntas que nunca antes te habías hecho.
EliminarUn saludo.