The Pink Dancers Before the Ballet, de Edgar Degas |
Llegué a casa de mi suegra con las manos vacías, quería conocer de primera mano si era verdad que después de lo sucedido con el piso se habían quedado con una mano delante y otra detrás. Mi madre política ha sido una mujer que ha repartido cariño a manos llenas, de su marido en cambio se decía en el barrio que tenía la mano muy larga en casa, de mantequilla en la obra y de hierro con los hijos.
La casa de mis suegros me pilla muy a mano, he tenido la suerte de poder dejar allí a mis hijos sabiendo que los dejaba en buenas manos. También mi cuñada, la Mari, tiene mano izquierda con los niños pero nadie como mi suegra, con la mano en el corazón puedo decir que sabe cuándo hace falta mano dura y cuándo hay que comerse a los niños a besos.
Cuando entré por la puerta la pillé con las manos en la masa, me refiero literalmente a que estaba haciendo masa para un bizcocho. La casa había pasado de mano en mano en los últimos años y estaba dejada de la mano de Dios, pero la cocina relucía como una isla recién pintada.
-¿Te echo una mano, Rosa?
-Antes me dejaría cortar una mano que dejar que te mancharas, con lo guapa que vienes.
-¿Y qué quieres, que esté aquí mirándote, mano sobre mano?
-¿Sabes lo de la Paqui? -dijo mi suegra llevándose las manos a la cabeza-. Tuvo una enganchada con la nuera que casi llegan a las manos. No sé qué se traerá entre manos esa chica, pero nada bueno.
-¿Y tú qué hiciste?
-¡Ah! Yo me lavo las manos, allá ellas.
Me fui derecha al grano a decirle lo que me había llevado a ese mano a mano con ella en la cocina.
-Rosa, quiero decirte que si necesitáis una mano amiga, nadie mejor que nosotros, en tu hijo y en mí siempre encontrarás una mano tendida, ya lo sabes ¿verdad?
-Ay, hija, el bruto de mi marido me tiene con las manos atadas, no quiere que sepáis nada, pero qué listo fue mi hijo cuando pidió tu mano. Gracias, cariño -me dijo mientras apretaba mi mano entre las suyas- eres una joya.
Salvo la cocina, Gemma, que según dices relucía como una isla, entiendo que la casa de tus suegros reclama una mano de pintura. Así que convendría que les dijeras que metan urgentemente mano a tal tarea.
ResponderEliminarSi necesitan que se les eche una mano, cuento contigo, José Antonio.
EliminarConmigo no, que soy boxeador y tengo que entrenar unas manos en el gimnasio. Y después, con los amigotes, a echar una manita (a cartas, claro!). Y por la noche al frontón, que hay un partido del campeonato manomanista.
ResponderEliminarJosean
Una pena, Josean, seguro que tienes buena mano para el bricolaje.
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