María con sombrero, de Joaquín Sorolla |
"Había una palabra que para mí tenía una fuerza mágica. A veces, alguien la pronunciaba en las clases de filosofía (¡nunca en las clases prácticas o teóricas de psicología!). Esa palabra, de cuyo significado fui siendo consciente paso a paso, con lentitud, tenía algo penetrantemente verdadero, que me interpelaba antes incluso de que hubiera empezado a comprenderla a fondo. Pocas son las palabras capaces de ofrecernos un instante de felicidad. Esa palabra me proporcionaba un momento de alegría, tal vez parecido al sentimiento que debe de experimentar una persona aquejada de amnesia que ha logrado al fin extraer de la memoria el nombre del ser humano que le es más querido. Era la palabra "totalidad" (...).
"Sentía esa palabra con independencia del modo en que la presentara el profesor, ya la celebrase, ya se burlara de ella, o se lamentara de ella lastimosa y melancólicamente. La comprendía lo suficiente como para adivinar qué podía significar la pertenencia a la "totalidad", la sensación de que no estaba solo, de que no era un átomo que gira en el frío espacio, bajo la mirada de los instrumentos científicos, no era sólo un fragmento, una partícula microscópica aunque dotada de raciocinio e introspección, sexo e inteligencia, sino que existía -cerca, justo allí al lado-, la fecunda totalidad de la vida, a la que pertenecía, junto con mis contemporáneos, una totalidad que tal vez un día me sería dado abarcar".
Zagajewski, Adam: En la Belleza Ajena
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