The Japanese Parisian, de Alfred Stevens |
El campo semántico de los insultos es variado, tiene sus jerarquías y va cambiando con el tiempo y las modas.
Cuando yo era pequeña el peor insulto que se le podía decir a alguien era "desgraciado", nunca comprendí muy bien por qué era tan ofensiva esa palabra, aunque es posible que la razón haya que buscarla en que los términos conocidos como palabrotas tenían un uso mucho más restringido que hoy en día.
Algunas palabras compuestas como desgarramantas o soplagaitas son insultos que me parecen muy divertidos. Están también los originales como zoquete, zote, ceporro o zopenco que uno no sabe casi si son insultos o son descripciones y qué es peor. También me parecen geniales, besugo, merluzo o cebollino.
Los de toda la vida como cabrón, hijoputa o gilipollas han perdido fuerza con el incremento de su uso, hasta el punto de que cualquiera de ellos puede ser utilizado también para expresar admiración: "¡Qué hijoputa! ¡Cómo ha ganado la carrera!".
Y luego están los insultos del Capitan Haddock, personaje de Las Aventuras de Tintin, que alguien se ha entretenido en recopilar en esta página: cuando busquen un insulto original, ya saben a dónde acudir. Y una vez más, no me digan ustedes que no es útil este blog.
Y luego están los insultos del Capitan Haddock, personaje de Las Aventuras de Tintin, que alguien se ha entretenido en recopilar en esta página: cuando busquen un insulto original, ya saben a dónde acudir. Y una vez más, no me digan ustedes que no es útil este blog.
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