El funicular, de Clara Gangutia |
Las lenguas mundiales, contra lo que podríamos pensar, no son un fenómeno nuevo. Antonio de Nebrija ya explicaba a la Reina Isabel, allá por 1492, que la lengua era la compañera fiel de cualquier imperio y tenía numerosos ejemplos que citar: el acadio primero y el arameo después fueron impuestos por babilonios y asirios; el arameo también y el pahlevi fueron los idiomas del imperio persa; el griego fue la lengua de Alejandro Magno; el latín y el griego fueron las lenguas de Roma y Bizancio; el persa con los mogoles en la India y así numerosos casos en la historia de las civilizaciones.
La lista es muy larga, pero todas esas lenguas, poderosas en el pasado, han desaparecido del panorama actual. Algunas veces las lenguas imperiales no son asimiladas por el pueblo, mientras que en otras ocasiones reemplazan a los antiguos idiomas. Este es el caso del árabe, el chino, el inglés, el francés, el hindi, el español, el portugués y el ruso.
Los aspectos comerciales también han sido importantes en la creación de idiomas globales: el fenicio y el griego se expandieron por el Mediterráneo oriental; el árabe, malayo y portugués por las costas del Océano Índico; mientras que el suajili era el idioma del comercio en África oriental. El inglés y el francés también crecieron y pasaron a utilizarse en los negocios internacionales, aunque el inglés venció por goleada.
La religión suele ser otro elemento eficaz para establecer vínculos lingüísticos permanentes. El árabe, español, portugués y ruso se extendieron con el apoyo activo de las religiones, y el inglés y francés fueron llevados hasta el Pacífico por las misiones evangelizadoras.
Sin embargo, tal vez el medio más fiable para alcanzar la condición de lengua mundial es la estabilidad, cuando la población que habla una determinada lengua crece a partir de un centro territorial permanente, la lengua se extiende como una mancha de aceite. El bengalí, el chino, el alemán y el hindi deben la mayor parte de su considerable influencia a este simple proceso.
Gemma no se puede explicar mejor. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Juan.
Eliminar