Living Room, Scene 1, de Eric Fischl |
Mohamedou Ould Slahi es un ingeniero nacido en Mauritania que fue detenido en 2001 y que todavía hoy, sin saber de qué le acusan, está preso en Guantánamo. Allí, en el verano de 2005 consiguió papel y lápiz y escribió un libro que ahora, tras no pocos percances, sale a la luz para horror de todos nosotros. Se titula Guantánamo Diary y recoge el infierno por el que su autor ha pasado y en el que todavía vive.
Tengo la costumbre de escuchar podcasts en inglés para practicar y aprender ese idioma, y en uno de ellos supe de la existencia de este libro. Este fin de semana, además, Antonio Muñoz Molina recogía la noticia en el suplemento Babelia de El País. Les recomiendo que busquen y lean este artículo porque es muy interesante.
El lenguaje, tan inocente y tan culpable, se adapta, culebrea y requiebra hasta dar con las voces asépticas, las que no duelen, las que disimulan... esas palabras torpes utilizadas por los que piensan que cambiando su traje, cambian la realidad que representan. Les dejo con esta cita de Muñoz Molina donde se aprecia la gran doblez con que se describen algunos procesos.
"Las trampas y los circunloquios verbales son una parte necesaria de cualquier política inconfesable. Había al parecer una guerra, pero los sospechosos de terrorismo islámico no eran prisioneros de guerra, porque eso les habría otorgado ciertos derechos, según las leyes internacionales: eran enemy combatants, lo cual autorizaba a mantenerlos detenidos sin límite temporal ni garantías. Y como eran combatientes enemigos, no prisioneros ni delincuentes -a un delincuente se le juzga y se le condena, si es hallado culpable, en un proceso público-, podían ser entregados a las policías secretas de países que por ser menos civilizados practicaban sin reparo la tortura, en infiernos clandestinos bautizados como black sites. En el lenguaje infame de la época, la entrega de los prisioneros a esos países colaboradores se llamaba extraordinary rendition, que suena más aséptico, y lo que se les hacía no era en realidad torturarlos: tan solo se les sometía a enhanced interrogation techniques, "técnicas reforzadas de interrogatorio", término que todavía suena mejor si, siguiendo la propensión administrativa de las iniciales, se le llama "E.I.T."."
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