Clotilde en el jardín, de Joaquín Sorolla |
Así a simple vista, ¿no dirían ustedes que la palabra autobús procede del término inglés "bus"? Yo sí y me equivocaría de plano, porque lo cierto es que es latín puro y duro.
Contemos su historia desde el principio. Al parecer el primer servicio público de transporte se puso en circulación en París a finales del siglo XVII. Según algunos el origen del nombre y del invento se debe al coronel Stanislas Baudry, quien, dueño de unos baños en Nantes, habría puesto a disposición de sus clientes una especie de diligencia. Se cuenta que el nombre del nuevo transporte público (o, mejor dicho, semipúblico) se le ocurrió cuando vio un cartel en unos grandes almacenes que decía "omnes ómnibus", es decir, "de todo para todos".
Las crónicas apuntan a la capital de Francia como la primera ciudad en tener un servicio estable de ómnibus, y así fue hasta que hizo su aparición el autobús, un gran avance para el transporte porque contaba con un motor de vapor que, por fin, lo liberaba de tener que ir conectado a un alambre. Esta idea de independencia le valió el descriptivo nombre de "automobile ómnibus", en el que se añadía la característica de moverse "por sí mismo", que es lo que significa el prefijo griego "auto". Ya a principios de siglo la larga expresión se acomodó a los tiempos y se contrajo tomando el principio de la primera palabra y el final de la segunda, hasta llegar a la forma actual, autobús, ahora sí por influencia del inglés.
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