Jeune fille pensative au feuillage, de Aristide Maillol |
Mireia llegó al instituto con la lengua fuera, se había entretenido con Iván dándole a la sin hueso y ahora no le quedaba más remedio que recuperar el tiempo perdido. Iván le había tirado de la lengua para que le contara cualquier cosa acerca de Amaya, estaba loco por ella y no sabía cómo acercarse. Iván era de natural extrovertido pero cuando estaba con Amaya se le comía la lengua el gato, o iniciaba una conversación a trompicones, con una lengua de trapo más propia de un niño de tres años que de un chaval de 17.
Mireia tendría que morderse la lengua una vez más para no contar a su amiga estas confidencias. Amaya era guapa, divertida, inteligente... pero si veía un flanco abierto, su lengua viperina se introducía por él y no dejaba títere con cabeza. La última vez que Mireia se fue de la lengua se arrepintió amargamente, sus palabras fueron tergiversadas, le acusaron de tener la lengua demasiado larga y se prometió a sí misma que nunca más. Pero guardar un secreto tan jugoso era superior a sus fuerzas. Pobre Iván.
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